El pasado viernes 3 de enero de 2014, después de concluir la Eucaristía de la tarde en el templo parroquial de Santiago, tuvo lugar un recital poético organizado por La Fundación La Santa. En él se quería hacer presente las expresiones líricas y literarias, así como el sentir y las emociones, con que diversos autores significan la grandeza que el testimonio, devoción y arraigo de nuestra Patrona, santa Eulalia de Mérida, tiene en la fe, la piedad, el respeto y el fervor de esa rica herencia eulaliense que nos constituye como ciudad y comunidad de creyentes.
Desde la Fundación La Santa se expresaba el reconocimiento a todos los participantes y asistentes al acto, a la vez que se manifestaba la gratitud a todos los que habían preparado sus aportaciones desde la generosidad, la ilusión y el corazón, con el deseo de rendirle una ofrenda poética a la que es aliento y estimulo en la fe, acicate de esperanza y plenitud, nuestra querida y venerada mártir emeritense.
Se abría el acto con la contribución poética de María Dolores Rodríguez. Ella, como autora de los textos que presentaba, brindó unos romances y sonetos en los que con espontánea fragancia, puso de manifiesto la fidelidad de santa Eulalia a Cristo, admirada por su entrega total y absoluta. Seguidamente se escuchó la aportación poética de Isabel Romera, vecina de nuestra querida villa de Aledo. Los versos de Isabel brotaron del fervor a santa Eulalia. Los ritmos de sus estrofas, llenas de vitalidad y ensueño, congregadas en el sugerente título «Bajo un Sol de Oro», fueron vívida expresión de afecto, fascinación y confianza. Tras este primer encuentro con emociones y sentimientos trepidantes de fervor eulaliense, se tuvo la oportunidad de saborear un relato compuesto por Moreica Galán. En su lectura del texto titulado El Milagro de la fe, su autora ayuda a encontrarse con una de esas sublimes expresiones que sólo es posible captar y entender desde la certeza en la fuerza y en la esperanza sanadora de santa Eulalia. Continuaba, Alfonso Gallego, entrañable amigo, hijo de la hermana villa de Aledo, para regalar en primer lugar, una obra propia, titulada, «Canto a Santa Eulalia», una acuarela teñida de sugerentes susurros, a la que siguió la lectura del magno poema Martirio de Santa Olalla, una composición que, plena de pasión, creara Federico García Lorca, una pieza que bien podría haberse forjado en el alma de Lorca al escuchar el relato del martirio, de tan «pura azucena», de labios de sus mayores, teniendo en cuenta que su abuelo había sido un totanero que emigra a Granada en las difíciles años del siglo XIX.
Tras estas palabras llenas de ritmo, de pasión, de fervor… los asistentes al acto tuvieron la oportunidad de disfrutar de los versos llenos de expresividad y vehemencia de Juan Ruiz García, cuya trayectoria poética y literaria está arraigada en un sabio proceder y compromiso con Totana, a la vez que fue capaz con su docto lenguaje de recrear el fervor que nuestra tierra le profesa a santa Eulalia. Tras esa proclama, se escuchó una fecunda reflexión sobre el valor de la palabra que definió a Eulalia, «la bien hablada», un denuedo acreditado con su fe. La composición, ofrecida por su autora, María José Valenzuela, elaborada con ternura de certidumbre, resultó todo un canto al valor de la fidelidad, del honor, del compromiso. Profundizando en tan inspirado acto se escucharon, los himnos para la festividad de Santa Eulalia, Virgen y Mártir procedentes de la Himnodia Hispánica, compuestos por el jesuita Faustino Arévalo en 1786 y declamados por Juan Antonio Yáñez de Lara. La corrección y elegancia dialéctica de su autor como la hondura del recitador se unían para ofrecer un canto radiante de exquisita fascinación. Ya al vislumbrar el final del acto era María José Bedia, quien nos aproximaba a la cercana, entrañable y sonora dulzura del poeta totanero de finales del siglo XIX y principios del XX, Emilio Mora. En su vívida composición «El Eremitorio de Santa Eulalia», pudimos saborear su vistoso recorrido por el paisaje de serena y apacible fragancia en el que se enclava nuestro santuario. Finalmente, dio vida al texto compuesto por Alejandro Hostench en la década de 1930 titulado «A la patrona. Mi salutación», un clamoroso cortejo de gratitud, reconocimiento y afecto, de estima y veneración.
Después de tan emotivos y fluidos versos, radiantes de luz y emoción se despedía el homenaje poético a santa Eulalia con unos de los ritmos más sonoros y apreciados de nuestra tierra a cargo de Alfonso Gallego, la adaptación de una habanera dedicada a santa Eulalia.
Finalmente la Fundación La Santa agradecía el esfuerzo realizado, a la vez que felicitaba a los autores y a los asistentes.
Fundación La Santa
